La tecnología está reemplazando muchas de las tareas que solemos realizar los humanos en el trabajo. Sin embargo, ciertas habilidades son insustituibles. Desarrollarlas nos hace más competitivos, nos hace imprescindibles en el terreno laboral.
Conversar es mucho más que un intercambio de palabras. La manera como nos expresamos, afecta directamente a las relaciones sociales y a la forma en que nos ven los demás. Mantener conversaciones fluidas ayuda a mejorar las relaciones.
Saber comunicar de forma adecuada depende de la llamada inteligencia conversacional. Dale Carnegie ya le concedía una gran importancia a esta capacidad. Para el autor, triunfar socialmente era sinónimo de tener éxito en todas las facetas de nuestra vida.
Seguramente has oído hablar alguna vez del capital social. ¿Pero sabes qué es exactamente? ¿Conoces qué puede hacer por ti?
¿Podemos potenciar las ventajas de convivir con compañeros de trabajo de diferentes generaciones?
Las diferencias entre generaciones son cada vez son mayores. Esto se debe al gran salto tecnológico que se ha producido en los últimos años, entre otros factores. Hemos pasado de hablar por teléfono fijo a trabajar con las nuevas tecnologías. Esto implica cambios profundos en todas las facetas de nuestra vida, incluida la profesional.
¿Sin embargo son más cosas las que nos unen. ¿Por qué no centrarnos en éstas? Actualmente están en activo cuatro generaciones distintas. Más allá de sus nombres, cada una de ellas posee unas virtudes y unos valores que enriquecen el mundo laboral.
A mediados del siglo pasado, Dale Carnegie intuyó lo que la ciencia ha confirmado posteriormente con el descubrimiento de las neuronas espejo. Cómo nos conectamos con los demás define nuestras relaciones sociales. Estas últimas son la base para tener éxito en todos los aspectos de la vida.
¿Sabías que para ser un buen líder primero debes poder liderarte a ti mismo?
Con dicho planteamiento, ponemos sobre la mesa el concepto de autoliderazgo. Este término se refiere a la capacidad de ser responsables de nosotros mismos: de lo que hacemos, de nuestros objetivos y de los resultados de nuestras acciones.
El éxito de un buen líder depende del control que ejerce sobre sí mismo, cómo comunica y de la forma en que regula sus emociones. Esto no quiere decir que las emociones tengan que ser eliminadas, sino que es recomendable aprender a gestionarlas para que no nos desborden.
¿Qué pasaría si encontráramos un puesto de trabajo que nos ofreciera vivencias inolvidables y que nos hiciera sentir especiales?
Hoy día estos empleos ya son realidad: las empresas más innovadoras están dando prioridad a la llamada ‘experiencia del empleado’ en sus políticas de recursos humanos.
A menudo nos preguntamos por qué no funciona una relación, qué factores hacen que no mantengamos buena sintonía con ciertas personas. En todos los vínculos existe un pilar principal: la comunicación. Las relaciones con los compañeros de trabajo no son una excepción. Dale Carnegie en su obra “Cómo ganar amigos” ya ponía el acento en la importancia de tener una comunicación efectiva y de calidad con los demás. También asentaba las bases de cómo dirigirnos a los otros para que ofrezcan lo mejor de sí mismos. Entre sus enseñanzas, proponía mantener conversaciones en torno a lo que funciona, destacando los logros y el potencial del interlocutor. El autor consideraba que lo que hoy conocemos como la comunicación apreciativa, es una de las bases para crear proyectos empresariales de éxito.
Cuando escogemos un puesto de trabajo, es posible que primero valoremos la parte económica. Sin embargo, este es sólo uno de los elementos a tener en cuenta. Existen otras circunstancias no monetarias que pueden decantar la balanza de nuestra elección. Estamos hablando del salario emocional.
Dale Carnegie ya señalaba la relevancia de todos aquellos aspectos humanos y emocionales que marcan el camino del éxito en el mundo empresarial.
Pasamos muchas horas trabajando, a veces muchas más que practicando nuestras aficiones o disfrutando de la familia. Por ello, estar cómodos y satisfechos con lo que hacemos es de suma importancia.
El término felicidad en el trabajo se refiere al bienestar de los empleados en el entorno laboral a través de la motivación, el buen clima laboral y el desarrollo profesional. Aunque todavía cuesta que cale esta idea, está comprobado que cuando los empleados están contentos, dan lo mejor de sí.
Seguramente muchos de nosotros nos hayamos hecho alguna vez las mismas preguntas: ¿Para qué sirve lo que hago? ¿Qué sentido tiene?
Cuando se estudia la biografía de personas que han tenido éxito en la vida personal o profesional, observamos un rasgo muy común: todas mantienen su pasión en lo que hacen. La clave de su éxito reside en que siempre se mantienen enfocados en sus objetivos. Es posible que en algún momento fracasen al intentar alcanzarlos. La diferencia con los demás es que persisten una y otra vez para seguir avanzando.
Muchos de nosotros vivimos el error como si fuera una catástrofe. Es posible que cuando fallamos, le demos tantas vueltas que nos sintamos aún peor. Si la reacción es ponernos nerviosos, aumenta la posibilidad de que cometamos más errores.
Por el contrario, si mantenemos la calma, identificamos los motivos y aprendemos de la experiencia, encontremos una nueva oportunidad para rectificar y alcanzar el éxito.
Me levanté temprano para tomar el AVE y, mientras engullía un café a toda prisa, vi la noticia: “Stephen Hawking ha fallecido a los 76 años”.
Me quedé absorto pensando en este personaje...
Verán, nací hace varias décadas y mi generación está lejos de la que llaman “nativa digital”. Dirigí mi carrera profesional hacia los RRHH y lideré durante algunos años una pequeña compañía de reclutamiento profesional dónde participaba en algunos procesos para compañías que contrataban nuestros servicios. Esto me permitió tener una visión amplia de un gran abanico de personalidades y comportamientos distintos ante una entrevista de trabajo.
En un reciente estudio realizado a 3.300 empleados en 14 países, Dale Carnegie identificó aspectos específicos donde los líderes se están "quedando cortos": los llamamos Puntos Ciegos en el Liderazgo.